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25 julio 2005

Justicia Política

“El mejor gobernante es quien comprende y busca implantar la justicia”: Platón

Isidro H. Cisneros


Diversos fenómenos asociados a nuestra democratización plantean el problema del desajuste que existe entre el mundo formal del orden jurídico y la cambiante realidad social en los tiempos que corren. Esta separación entre el “mundo real” y el “mundo jurídico” cuestiona la vigencia del actual sistema normativo frente a las nuevas dinámicas de nuestro proceso político. Desde la antigüedad la mejor política ha sido aquella que nace como el arte de la convivencia en común y en donde impera la justicia. La mejor política es aquella que tutela la “cosa común, la cosa de todos” o para decirlo con el gran jurista romano Cicerón, la cosa del pueblo. La transición mexicana busca reivindicar a la justicia haciendo prevalecer la confianza en el derecho y en las instituciones. Pero en lugar de impulsar una “buena política” aparecen los rasgos preocupantes de una “política precaria”, oscura y conspirativa, caracterizada por una estrategia de mutuo descrédito que se lleva a cabo entre los diferentes grupos políticos, quienes aprovechando del poder a su disposición están promoviendo un tipo de política que busca eliminar a quienes consideran sus potenciales enemigos. Esta política oscura y conspirativa representa uno de los mayores lastres de nuestra incipiente democratización. Una política basada en la idea de la conspiración propicia que las diferencias se resuelvan a través de los "ajustes de cuentas". Además de que la política conspirativa representa un enorme agravio al orden jurídico en la medida en que la fabricación de culpables produce al mismo tiempo profundos daños a la cohesión social. La política conspirativa genera imágenes en blanco y negro, construyendo binomios para identificar a las relaciones políticas y presentando una realidad maniquea en la que solo existen amigos y enemigos, buenos y malos. La antítesis política que deriva de la oposición amigo-enemigo muestra el peor rostro de la política que se presenta cuando la lucha por el poder es descarnada, abierta y total. Se suele decir que la política tiene dos dimensiones: una hace referencia a la búsqueda del consenso mientras que la otra considera que la política es sobre todo lucha intensa y apasionada, y que es pura y simplemente una expresión del poder: enemigos que solo encuentran enemigos. Quien mejor explica la contraposición amigo-enemigo es el filósofo del derecho Carl Schmitt para quien la oposición "amigo-enemigo" resulta superior a cualquier otro binomio social, económico o cultural. Un aspecto importante de la relación amigo-enemigo es que el elemento determinante no es el amigo sino que por el contrario lo es el enemigo, de tal forma, que un conflicto social se transforma en conflicto político cuando es lo suficientemente fuerte para producir una distinción entre amigos y enemigos. Esta forma de relación política se caracteriza por una dinámica polarizante y conflictiva que solo evidencia la sed de poder de los gobernantes y la tendencia antidemocrática de la lucha de todos contra todos. En estos momentos convendría tener presente que existen otras formas de relación política basadas en la tolerancia y la cooperación. En el sentido de la "mutua conveniencia política" el consenso representa un tipo de interacción en donde los actores políticos se reconocen mutuamente como actores legítimos. Las reglas del juego que nuestro proceso de cambio político aún debe construir solo serán eficaces si se orientan a relativizar los valores políticos y a sustituir el desencuentro físico y violento por el voto y el debate. Los guardianes de los derechos en una democracia son los ciudadanos y los jueces. No es el poder político el que debe garantizar la vigencia de los derechos ciudadanos ya que por su propia naturaleza el poder muy frecuentemente representa más bien una amenaza para los mismos derechos. Los ciudadanos constituyen la base de cualquier control de las leyes en las sociedades democráticas. El ciudadano es el componente activo de una sociedad civil pluralista caracterizada por una riqueza de grupos e identidades que se encuentran en conflicto. Por su parte, el papel de los jueces o más concretamente del poder judicial, es el de la administración e impartición de la justicia garantizando los derechos preestablecidos. Nuestro poder judicial debe fortalecer su independencia dado que solo de esta manera podremos afrontar uno de los problemas más importantes de los sistemas políticos en transición que es el de privilegiar la justicia política por sobre la politización de la justicia.