INDIGNADOS EN VENEZUELA
(Con el Alcalde Mayor de Caracas, Venezuela, Dr. Antonio Ledezma)
Las manifestaciones de los últimos días en Venezuela han propiciado
muertos, heridos y detenidos. Son el reflejo de un creciente clima de
enfrentamiento entre el gobierno y una parte significativa de la sociedad que
se siente indignada frente al rumbo que ha tomado el país. La polarización política ha sido el rasgo distintivo de un sistema
formalmente democrático pero sin libertades. Las protestas iniciaron como un
rechazo a la situación económica del país y pidiendo respeto a la libertad de
expresión, pero fueron reprimidas por grupos paramilitares asociados al
gobierno. Ahora las movilizaciones continuarán agregando a sus demandas la
libertad de los presos políticos dado que uno de los principales dirigentes opositores,
Leopoldo López quien ha sido responsabilizado de las confrontaciones, fue
detenido por el gobierno después de concluir su discurso ante una multitud
congregada para manifestarse. La privación de la libertad del líder opositor –promotor
de la lucha pacífica- es también la expresión de un gobierno que teme a la
acción colectiva de los ciudadanos. Un difuso malestar social aqueja desde hace
tiempo a Venezuela, en donde
conviven los logros de un desarrollo generado por los enormes ingresos de las
exportaciones petroleras y un sistema de monopolio político que trata de
mantener la estabilidad en un contexto de amplia pobreza, elevada criminalidad,
creciente inflación, escasez de alimentos y productos básicos en amplias zonas
del país así como devaluaciones de su moneda. La importancia de Venezuela para
la región es evidente, dado que representa el quinto país exportador de
petróleo y el poseedor de las mayores reservas de crudo pesado del mundo, pero
sobre todo, porque es un país que resiste a la opresión.
En menos de un año Nicolás Maduro ha conducido a Venezuela al
despeñadero. Su asunción después de la muerte de Hugo Chávez, cambió los
equilibrios políticos que se habían mantenido inamovibles durante tres lustros.
Maduro fue el delfín que Chávez escogió públicamente como su heredero político
antes de morir. No obstante, Maduro no posee el carisma de Chávez ni tampoco su
liderazgo social. En las elecciones de 2013, menos de 300 mil votos le otorgaron
la victoria sobre el candidato de la oposición. Apoyado en las instituciones
del Estado y en los programas sociales de ayuda directa a los pobres ha logrado
desarrollar un refinado clientelismo político, además el mandatario venezolano dispone
de una Ley Habilitante, que le otorga la autoridad para gobernar al margen de
la Asamblea Nacional. Esta herramienta legislativa le ha permitido promover
leyes para controlar precios, márgenes de ganancia y uso de divisas, en un
contexto de inflación creciente. El sistema vigente se caracteriza por un liderazgo
personalista con tintes izquierdistas, pero que posee un modelo eficaz de gestión
y control social. Un régimen político populista que censura, limita las
libertades, persigue a la disidencia y que controla al Estado y a los poderes
que lo integran.
La oposición cuenta con un enorme capital político. Obtuvo 7.3 millones
de votos, el 49% del total, en las pasadas elecciones presidenciales y se
aglutina en torno a una heterogénea coalición de partidos y agrupaciones que
abarca un amplio espectro ideológico desde socialdemócratas y democristianos,
hasta centristas y laboristas. Los líderes más visibles de la oposición son, por
un lado, el excandidato presidencial Henrique Capriles actualmente gobernador
del estado Miranda y por el otro, Leopoldo López líder del partido Voluntad
Popular. Las
violaciones a los derechos humanos en Venezuela son cotidianas: detenciones
arbitrarias, agresiones a periodistas, censura informativa, persecución a
líderes y arresto de manifestantes. El partido en el poder postula un
Socialismo del Siglo XXI, por lo que sería interesante conocer la opinión de
las principales fuerzas políticas de izquierda en México sobre este sistema
político de “inspiración popular” que postula perseguir y aplastar a los
adversarios.
En estos momentos prevalece en Venezuela una concepción de la política que la considera simplemente como una expresión del poder:
enemigos que solo encuentran enemigos. Un tipo de política que se caracteriza
por su dinámica eminentemente fragmentadora, polarizante, excluyente y conflictualista
que evidencia una tendencia a la lucha de todos contra todos. Representa una
rivalidad que solo puede cesar con el exterminio o la plena rendición de uno de
los actores relevantes. El conflicto en ese país sudamericano aparece como la necesaria
arquitectura simbólica del poder que permite construir y dar un rostro concreto
al enemigo o al opositor, a quien se responsabiliza de la profunda crisis que
vive el país. La intolerancia política, que también se aplica en contra de los
disidentes, considera que con los enemigos no se dialoga, sino que se les
combate, se les elimina. Es de esperarse que en esta coyuntura internacional nuestro
gobierno y sus contrapartes de Norteamérica pugnen por el respeto a la
legalidad y a los derechos humanos en Venezuela. Mal haríamos como país que
promueve la democracia si nuestra política exterior se mantiene indiferente.
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