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11 diciembre 2013

LA SOCIEDAD DE LOS CIUDADANOS



El 10 de diciembre se conmemoran 65 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por lo que debemos recordar la importancia que tienen para el orden democrático. Sin derechos humanos reconocidos y protegidos no hay democracia, y sin democracia no existen las condiciones mínimas para la solución pacífica de los conflictos. Esto era claro en 1948 cuando la Asamblea General de la ONU formuló dicha Proclamación, pero era ya bastante evidente el 4 de julio de 1776 cuando Thomas Jefferson escribía en la Declaración de Independencia de las Trece Colonias de Norteamérica del Imperio Británico: “nosotros consideramos como incontestables y evidentes por sí mismas, las siguientes verdades: que todos los individuos han sido creados iguales, que ellos han sido dotados de ciertos derechos inalienables; y que entre estos derechos ocupan el primer lugar: la vida, la libertad y la búsqueda del bienestar; y que para asegurarse el goce de estos derechos, han establecido entre ellos gobiernos cuya justa autoridad emana del consenso de los gobernantes”. Es justamente la línea de continuidad entre dichas Declaraciones -sin dejar fuera la de los Derechos del Hombre y del Ciudadano producto de la Revolución Francesa de 1789- la que da vida a la democracia moderna. La democracia es la sociedad de los ciudadanos y los súbditos sólo se convierten en ciudadanos cuando les son reconocidos sus derechos fundamentales. Aunque el ciudadano hizo su aparición histórica en la antigua Grecia, la idea de los derechos humanos, como inalienable y originaria atribución de la persona, es una conquista de los tiempos modernos. La afirmación de los derechos humanos deriva de un cambio radical de perspectiva que es impuesto por la modernidad. Esta transformación aparece cuando se pasa de otorgar la prioridad a los deberes de los súbditos, a la prioridad de los derechos de los ciudadanos.




El maestro Norberto Bobbio recuerda que los derechos humanos siguen un itinerario histórico que va desde su proclamación hasta su inclusión en las leyes, teniendo como fin, su plena realización. La transformación de la relación soberano-súbdito por la de estado-ciudadano, es provocada por las guerras de religión que se producen al inicio de la edad moderna y a través de las cuales, se afirma el derecho de resistencia a la opresión, lo que presupone un derecho todavía más sustancial y originario que es el derecho del individuo aislado a no ser oprimido, es decir, el derecho a gozar de ciertas libertades que son fundamentales porque son naturales, y son naturales porque pertenecen a la persona en cuanto tal, y no dependen del beneplácito del soberano, siendo la principal la libertad de pensamiento. En efecto, los derechos del ciudadano son, sobre todo, derechos de libertad. Cada derecho de libertad representa una afirmación contra el abuso del poder. Los derechos humanos son también derechos históricos dado que nacen gradualmente, y no todos de una vez y para siempre. Esto porque se han dado de modo secuencial: en el siglo XVIII los derechos civiles, en el XIX los derechos políticos y en el siglo XX los derechos sociales. En el siglo XXI tenemos el compromiso de pensar y actuar en favor de los derechos colectivos, del medio ambiente y de los animales.



Los derechos humanos nacen en determinadas circunstancias históricas caracterizadas por la lucha y la defensa de nuevas libertades y en contra de los viejos privilegios. El carácter distintivo del ciudadano moderno está en el reconocimiento del valor absoluto y universal de sus derechos, los cuales el Estado democrático está obligado a respetar y garantizar. La democracia constituye un sistema ético-político, es decir, un régimen que además de representar un conjunto de instituciones, procedimientos y técnicas de gobierno para la toma de decisiones políticamente significativas, también encarna un conjunto de valores, principios y normas de convivencia que le otorgan una superioridad moral respecto de otros regímenes políticos. Entre estos valores destacan la moderación, el libre debate de las ideas, la equidad, la libertad, la persuasión, la ausencia de cualquier tipo de violencia, el gobierno de las leyes por encima del gobierno de los individuos y, quizá el más importante, el respeto de los derechos humanos. Después de la Segunda Guerra Mundial se afirmó que sin paz no existen derechos humanos. El reconocimiento de la no violencia entre las personas y de la existencia de sus derechos fundamentales, como establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, permitió que los principios en que se sustenta la democracia ampliaran sus espacios, reconociéndole un papel importante en la solución de los conflictos que vulneran los derechos de las minorías que son débiles en la esfera pública. En México, la democracia expresa el espacio en donde se confrontan, y se confrontarán con mayor fuerza en el futuro, los diferentes proyectos acerca del orden social que es necesario para resolver las tensiones generadas por nuestra compleja convivencia política.