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28 febrero 2013

FIN DE UN PONTIFICADO



Hoy concluye el pontificado de Benedicto XVI, una jefatura de la Iglesia católica apostólica romana que se mantuvo en el poder durante casi ocho años. Su “renuncia voluntaria” fue un hecho excepcional que no sucedía desde 1294, cuando Celestino V decidió retirarse para hacerse ermitaño. El Papa renunciante, que a partir de esta noche será denominado “Papa emérito”, deja la institución que representa a una de las religiones más extendidas del planeta, con cerca de 1.2 mil millones de feligreses -el 17,4% de la población total- en medio de una profunda crisis de la fe y rodeada por una serie de escándalos de pedofilia, pederastia y corrupción. Es la “estructura del pecado” a la que Benedicto XVI se refirió en sus últimos días de pontificado, afirmando que el poder es la gran tentación de la Iglesia. La sucesión papal se da en una coyuntura marcada por los escándalos de Vatileaks y las filtraciones de documentos reservados de la Santa Sede, los polémicos manejos financieros del Instituto para las Obras de Religión, conocido como el banco del Vaticano, que según las autoridades regulatorias no respeta las reglas contra el lavado de dinero, hasta la renuncia y remoción de distintos jerarcas eclesiásticos como los casos del cardenal estadunidense Roger Mahony, arzobispo emérito de Los Ángeles, quien ha sido acusado judicialmente por ocultar y manipular información sobre los casos de 122 sacerdotes acusados por molestias sexuales, y del cardenal escocés Keith O’Brien, quien ha debido renunciar a su ministerio, con lo que ha dejado fuera a Inglaterra en la elección del nuevo Pontífice, al ser acusado ante los tribunales por “comportamiento inapropiado” en relación con cuatro sacerdotes. En el mismo tenor se encuentran otros cardenales acusados de encubrir casos de pederastia como el irlandés Seán Brady, el belga Godfried Daneels, el argentino Leonardo Sandri, el polaco Stanislaw Dziwisz, entre otros.


En su corto pontificado, Benedicto XVI enfrentó estos delicados temas ajustando las normas canónicas, escribió una carta dirigida a los católicos irlandeses, se reunió públicamente con diversos grupos de víctimas, hizo dimitir a numerosos obispos e invitó a los episcopados a colaborar con la justicia civil. Ya antes había intentado indagar, entre muchas resistencias de diversos ambientes de la Curia wojtyliana, sobre el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, a quién obligó, una vez electo Papa, a una vida de penitencia en el retiro hasta su muerte. La línea dura con que el cardenal Joseph Aloisius Ratzinger marcó su pontificado suscitó el aplauso de algunos y la crítica de otros. Benedicto XVI fue un Papa-teólogo, tímido y revolucionario que no defraudó.



Reflexionar sobre el fin de un pontificado es importante porque la religión es una actividad humana que abarca creencias y prácticas sobre cuestiones de tipo existencial y moral. En nuestros tiempos, la identidad religiosa representa un tipo de identidad colectiva que comparte un complejo simbólico-cultural a partir de la interiorización de un sistema de credos, dogmas y valores ético-religiosos inculcados a través de un amplio sistema de rituales. La identidad religiosa engloba un conjunto de representaciones imaginarias mediante las cuales la sociedad, los grupos y los individuos confieren sentido a su experiencia cotidiana sobre la base de la pertenencia a una creencia particular. Es preciso estudiar la dinámica de las religiones, su presencia y la función que tienen en la vida social porque este papel puede configurarse como un elemento capaz de imprimir a la sociedad orientaciones culturales que condicionan su desarrollo. El gran sociólogo alemán Max Weber afirmó que la religión tiene un papel importante en el proceso de racionalización del mundo, entendido como proceso de clarificación y sistematización de ideas, vistas en su fuerza vinculante, por lo que se convierten en motivaciones eficientes del obrar social. En este sentido, la religión puede jugar un papel innovador y ser un factor de cambio social. El Cónclave para designar al sucesor de Benedicto XVI iniciará formalmente en los próximos días. El Papa le dejará el informe secreto que integró la comisión especial para investigar, con la máxima discreción, los problemas internos que involucran, en esta especie de conspiración, a personajes de alto grado eclesiástico. Este informe, que difícilmente se hará público, no debe ser ignorado porque refleja las causas de una profunda crisis que se desarrolla en medio de una lucha por el dinero y el poder. En unas horas, el Papa Benedicto XVI se reunirá con los cardenales que se encuentran en Roma para el Cónclave sucesorio, más tarde en compañía del Decano de ellos se dirigirá a su residencia de descanso, desde donde saludará a los fieles, terminando su pontificado en privado. ¿Podrá la Iglesia católica dirimir sus problemas internos con la existencia de dos papas? No se debe perder de vista que en su último acto público Benedicto XVI afirmó: “no regreso a la vida privada, ni abandono la cruz”.