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03 abril 2013

¿DEBATIR O DIALOGAR?





No es lo mismo debatir que dialogar, ya que cuando predomina la confrontación aparecen situaciones asimétricas que interrumpen la comunicación, mientras que por el contrario, cuando prevalece el diálogo surge la búsqueda de entendimientos racionales, acuerdos y pactos. Actitudes que en la política democrática debieran ser comunes. Gracias al diálogo, los candidatos pueden ser vistos como ciudadanos en igualdad de condiciones. Sin embargo, es posible que se presente una vieja enfermedad de la política en donde la única relación posible con el adversario es su exclusión. O dicho de otra manera, una situación en donde la eliminación, real o aparente, del contrincante aparece como una condición para la propia sobrevivencia política. Sería verdaderamente preocupante que el debate entre los candidatos se convierta en un espacio solo para la confrontación cuando lo que la política mexicana necesita con urgencia en estos momentos es un diálogo para la democracia.


Un diálogo a propósito de las soluciones que los distintos partidos ofrecen a los ciudadanos, un diálogo que defienda las condiciones y los presupuestos para el desarrollo en nuestro país de una convivencia política democrática. Recordemos que uno de los principales enemigos del diálogo está representado por las restricciones a la libertad de expresión e información. El diálogo no debe privilegiar una sola posición, ni puede escoger entre este o aquel interlocutor. Al contrario, el diálogo debe promover la más amplia participación garantizando el derecho de expresión del conjunto de las propuestas existentes en igualdad de condiciones. El diálogo debe estar abierto a la diversidad evitando que se endurezcan las diferentes posiciones y que se impongan las certezas típicas del dogmatismo de otros tiempos.


En donde no hay reciprocidad no existe política desinteresada y por lo tanto, la función del diálogo desaparece. El diálogo debe permitirnos conocer todos los argumentos antes de arribar a una conclusión definitiva. En consecuencia, el diálogo se contrapone al monólogo y se relaciona con la integración de los distintos puntos de vista. El diálogo ayuda a valorar realísticamente las posiciones y las razones del adversario. El diálogo libera a la política de las ataduras ideológicas. Para distinguir los distintos tipos de interacción en política conviene recordar al filósofo alemán Jürgen Habermas quien ha propuesto una distinción entre lo que denomina acción comunicativa y acción estratégica. La acción comunicativa estaría representada por un comportamiento lingüístico que se dirige a los otros en la búsqueda de un acuerdo fundado sobre una convicción racional y en la perspectiva de acciones comunes o concordadas. Mientras que la acción estratégica estaría representada por aquella acción que busca realizar ciertos fines, incluso a través de comportamientos que no derivan de un intercambio racional de posiciones sino del uso de otros medios como pueden ser la amenaza, la demagogia o el engaño. La esperanza de obtener un verdadero triunfo para cada una de las fuerzas políticas que se confrontarán en el debate está en que los diferentes candidatos logren, verdaderamente, superarse a sí mismos en todas sus versiones anteriores, rechazando de una vez por todas, la vieja lógica de los campos contrapuestos.


En una democracia cualquier ejercicio de esta naturaleza debe respetar el pluralismo, el equilibrio informativo, la imparcialidad y la igualdad de oportunidades para que los candidatos presenten ante la opinión pública sus ideas. Debatir significa dar al ciudadano la ocasión para conocer de primera mano las diferentes alternativas.