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04 abril 2013

DEMOCRACIA LÍQUIDA


El sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, acuñó el término “modernidad líquida” para referirse al tiempo actual, caracterizado por grandes transformaciones sociales, sin certezas, con miedos y angustias existenciales. Estudioso de la posmodernidad, Bauman explora aquellos atributos de las sociedades contemporáneas que se han mantenido en el tiempo, destacando el acentuado individualismo en nuestras relaciones tornándolas precarias y volátiles. La modernidad líquida, sostiene Bauman, es una figura del cambio dado que los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo, es decir, “duran”; mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente, es decir, “fluyen”. La moderna sociedad líquida exige a los individuos flexibilidad y fragmentación de sus intereses, lealtades y afectos. La pertenencia a “ningún sitio”, la ausencia de raíces y de anclajes sumerge a nuestras sociedades en el desasosiego y el miedo. Todos nos aferramos a seguridades, a espacios que no se mueven, a salvaguardas virtuales de la angustia. Nuestras sociedades son metrópolis del miedo. Los temores son muchos y variados, reales e imaginarios: violencia, desempleo, hambre, terremotos o epidemias. Lo “líquido” de la modernidad se refiere a la conclusión de una etapa de “incrustación” de los individuos en estructuras sólidas, como el régimen de producción industrial o las instituciones democráticas.


La política, obligada a ofrecer respuestas a estos escenarios, se mueve desorientada entre las masas de electores que expresan una fluctuante geografía del consenso. Para darle sentido a estas profundas transformaciones, en distintas partes del planeta surgen nuevas e imaginativas formas de participación ciudadana para hacer congruentes estos cambios sociales con las instituciones democráticas.

¿Cómo otorgar a los ciudadanos más poder del que poseen actualmente? Esta pregunta reclama una redefinición de los objetivos de la política, porque en todas sus formas, ideales o empíricas, ésta conserva siempre su capacidad para producir acciones orientadas al progreso de la sociedad. En este contexto, aparecen nuevos modelos de democracia. Junto a la democracia representativa, se desarrolla una “democracia líquida” que facilita una relación directa entre electores y elegidos.


La democracia líquida, también llamada democracia 4.0, es una forma de democracia delegativa que se desarrolla a través de la participación digital de carácter directo. Es un sistema en el que cualquier ciudadano puede ser su propio representante. A través del voto por internet puede opinar, realizar propuestas y manifestar sus decisiones de manera directa. Es el “ciudadano total” que expresa sus necesidades e intereses a los políticos en tiempo real, a través de las redes sociales o de medios electrónicos y digitales, integrando una representación virtual de carácter permanente. No es necesario sustituir a los representantes políticos tradicionales, ni a esperar el final de las legislaturas, dado que el voto delegado puede expresarse en cualquier momento y lugar. En algunos países como Alemania, Italia, Austria, Suiza y Brasil se desarrollan distintas formas de democracia líquida, a través de sistemas online como el denominado “LiquidFeedback”, que es un programa de código abierto para la formación de opiniones y para la toma de decisiones, que permite una interacción positiva entre democracia directa y democracia representativa.


Este sistema permite tomar decisiones sin dejar de reflejar la voluntad de los usuarios de los servicios públicos. El LiquidFeedback, que funciona desde 2010, es un sistema para discutir y votar propuestas, y está dirigido a los partidos, asociaciones y grupos de ciudadanos, ámbitos en donde la enorme cantidad de integrantes dificulta conocer su opinión directamente. Este tipo de participación fortalece a la democracia representativa y es mucho más dinámica, pues el voto se puede modificar en todo momento.


La democracia líquida es el futuro de la democracia en México, es una democracia interactiva que devuelve el poder de decisión a los ciudadanos en su calidad de usuarios de los servicios públicos. Los usuarios pueden enviar propuestas para que sean votadas por los demás. El emisor de la propuesta la clasifica en un área temática adecuada o puede crear una nueva. También se pueden formular propuestas alternativas a las ya existentes. Nuestra clase política debe frenar la erosión de la participación y para hacerlo debe regresar a pensar desde abajo, porque los grandes desafíos al consenso encuentran respuesta, solamente, en un sistema difuso de participación de la sociedad en la toma de decisiones. Las reformas institucionales, incluidas las electorales, pueden hacer mucho, pero no son suficientes si no se articulan positivamente con iniciativas que sean capaces de recuperar una amplia dimensión participativa. La democracia líquida es una forma de democracia directa en donde la idea central es que el ciudadano se represente a sí mismo. La democracia líquida ayuda a que el viejo ideal político de la plena participación de los individuos en los asuntos que les incumben sea una realidad. Las nuevas tecnologías están cambiando la relación entre instituciones y usuarios de los servicios públicos abriendo una formidable ventana de oportunidades a la participación en las distintas esferas de nuestra vida cotidiana.