UNA LUCHA CONTRA EL PODER
Hoy concluye la campaña electoral para elegir al nuevo presidente de Venezuela. Una campaña que buscó incentivar la participación de, aproximadamente, 19 millones de electores y que fue, también, la campaña electoral más corta en la historia de ese país, con tan solo diez días, pero que se caracterizó por su intensidad y su carga emocional. Se acudirá a las urnas para elegir a quien tomará las riendas del país hasta el 2019. La muerte del presidente Chávez, quien contaba con una elevada popularidad, cinco meses después de haber obtenido su tercera reelección con el 55% de los votos, ha cambiado los equilibrios políticos inamovibles por largo tiempo. Estas elecciones se llevan a cabo en función del artículo 233 de la Constitución Política de la República Bolivariana de Venezuela que establece: “cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes”. Su fallecimiento el pasado 5 de marzo creó una situación política inédita en la que existió un golpe de “Estado constitucional” porque el poder no fue depositado en el Presidente de la Asamblea Nacional, como establece la Constitución, sino en manos del Vicepresidente Nicolás Maduro quien es, al mismo tiempo, el delfín que Chávez escogió públicamente como su heredero político antes de morir, el líder en funciones del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela, y que ejerce, además, como Presidente encargado.
El candidato de la alianza opositora, Henrique Capriles, cuenta con el enorme capital político que representa el haber obtenido 6.4 millones de votos, el 44% del total, en las pasadas elecciones presidenciales de octubre. Es la más fuerte candidatura opositora que se pudo desarrollar en los 14 años que duró la era chavista y que se aglutina en torno a la Mesa de Unidad Democrática, una heterogénea coalición de partidos y agrupaciones que abarca un amplio espectro ideológico desde socialdemócratas y democristianos, hasta centristas y laboristas. Al grito de “Yo no soy la oposición, soy la solución”, Capriles cerró su campaña en Caracas, en la que se ha considerado la mayor concentración opositora e independiente desde 1999. Para utilizar simbólicamente a Chávez, las elecciones se celebrarán un día después de la conmemoración del “Día de la Milicia Nacional Bolivariana del Pueblo en Armas y la Revolución de Abril”, una jornada de “Júbilo Nacional” que representa la fecha en la que Chávez regresó al poder, tras el golpe de Estado ocurrido el 12 de abril de 2002 que lo depuso del cargo durante tres días. Sin embargo, a pesar del uso faccioso del poder, las elecciones de este domingo serán muy competidas, con alta participación, y dada la polarización política y social existente, sus resultados difícilmente serán aceptados por el candidato perdedor.
Usando los ritos, símbolos y mitos nacionales, Nicolás Maduro afirma que un voto por él representa un asunto de lealtad al comandante fallecido. Su lema de campaña lo dice todo: “Chávez, te lo juro, voto por Maduro”. Apoyado en las instituciones del Estado y en los programas sociales de ayuda directa a los pobres, creados por Chávez, ha logrado desarrollar un refinado clientelismo político. No obstante, el candidato oficial no posee el carisma de Chávez ni tampoco su liderazgo social. En los comicios regionales de diciembre para renovar gobernadores, con Chávez ya hospitalizado en La Habana, la participación del electorado no llegó al 54%, por lo que la apuesta de la oposición es conservar el 100% del voto obtenido por Capriles en octubre y confiar en que Maduro pierda al menos un tercio de los que obtuvo Chávez en esa ocasión. Esta apuesta puede generar muchas sorpresas.
¿Existe chavismo después de Chávez? El uso del poder del Estado para apoyar a un candidato no garantiza la continuidad del régimen. El próximo domingo sabremos si perdura el sistema vigente, caracterizado por un liderazgo personalista con tintes izquierdistas, pero que posee un modelo eficaz de gestión y control social. Un régimen político populista que censura, limita las libertades, persigue a la disidencia y que controla al Estado y a los poderes que lo integran. El partido en el gobierno define su ideología como una mezcla de “socialismo del siglo XXI”, marxismo, guevarismo, bolivarianismo, nacionalismo, antiimperialismo y anticapitalismo. En Venezuela conviven los logros sociales generados por los ingresos de las exportaciones de petróleo, con graves problemas de desarrollo humano, entre los que destacan, la elevada criminalidad, la creciente inflación y la escasez de productos básicos en amplias zonas del país. Este escenario se complica por las recientes devaluaciones de la moneda. La importancia de Venezuela para la región es evidente, dado que representa el quinto país exportador de petróleo y el poseedor de las mayores reservas de crudo pesado del mundo, pero sobre todo, porque es un país en busca de la democracia.
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