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28 agosto 2014

UNA IZQUIERDA EN BUSCA DE PARTIDO



















Los confines potenciales de una izquierda moderna se extienden más allá de la militancia que integra al Partido de la Revolución Democrática. Pero la inercia de las estructuras existentes hace inviable el urgente proyecto de inclusión ciudadana y modernización partidaria.




Con 25 años de historia el PRD deberá renovar sus órganos de dirección y especialmente a su nuevo presidente para los siguientes tres años. Con 4.5 millones de afiliados, el próximo 7 de septiembre elegirá a los 1,200 delegados al Congreso Nacional, así como a los 320 integrantes de su Consejo Nacional.





Actualmente, el PRD se encuentra amenazado por el constante alejamiento de los ciudadanos, por el fracaso de sus estrategias de concertación, y lo más grave, por la prevalencia de grupos oligárquicos y antidemocráticos a su interior. Existen 18 corrientes políticas en ese partido que buscan posicionarse en la integración de sus nuevos órganos directivos.



En esta ocasión y frente a las múltiples irregularidades detectadas en pasados procesos electivos para cambiar a sus dirigentes, el Instituto Nacional Electoral, en un ejercicio inédito, llevará a cabo los comicios internos del PRD en una apuesta en la que sus nuevos integrantes deberán mostrar su independencia y capacidad organizativa. Pero sobre todo la transparencia del proceso.





El desafío es enorme, dado que a las mencionadas elecciones concurrirán 4,324 planillas con 87,710 candidatos. Cuyo desglose es como sigue: se han registrado para integrar el Consejo Nacional 362 planillas con 5,269 candidatos; para designar a los Consejeros Nacionales 372 planillas con 3,179 candidatos; para los Consejos Estatales 366 planillas con 12,170 candidatos y para Consejos Municipales 3,224 planillas con 67,092 candidatos.





La crisis de identidad que padece el más grande partido de la izquierda mexicana es un proceso que afecta su estrategia política, sus decisiones de corto y largo plazo, así como los temas programáticos y los fundamentos teóricos que le permitirían dar vida a una izquierda moderna y democrática.





Ese partido atraviesa por el desencanto de una estrategia fallida y de una conducción errática. Vive la incómoda posición de ser prisionero, al mismo tiempo, de una inestable coalición interna, de pleitos, desencuentros y desgajamientos, así como de fuertes extravíos ideológicos.





Cualquier partido que se asuma con una orientación de izquierda laica, reformista y democrática tiene necesidad de establecer con la sociedad civil un vínculo que no pretenda ser hegemónico y orgánico. Requiere de una relación capaz de sintetizar las demandas políticas y de traducirlas en un poder de transformación social.





México necesita de una perspectiva alternativa, de un serio y profundo proceso de decantación y de construcción política como parte de la consolidación de una democracia eficiente. En esta fase de reflujo y de crisis existencial de la izquierda institucional, la discusión sobre estos temas es más urgente que nunca.





Si realmente desea ser un factor para el desarrollo político de nuestro país, la izquierda perredista debe renovarse completamente, sobre todo si desea transitar hacia una alternativa moderna, cubriendo el abismo que existe entre las esperanzas democráticas de los ciudadanos y la posibilidad de realizarlas en el actual contexto.




ACTUALIDAD DEL RACISMO



En varias ciudades de la más antigua democracia en América se protesta por la discriminación que sufren las minorías. Otra vez un joven negro, desarmado, fue asesinado por un policía blanco desatando fuertes tensiones raciales. Ahora ocurrió en Ferguson, un suburbio de Missouri, Estados Unidos, una ciudad de 21 mil habitantes donde el 63% de la población es afroamericano, pero donde solo uno de los seis miembros del consejo municipal y 2 de los 53 policías locales son negros.



De acuerdo con testigos el joven Michael Brown caminaba desarmado y al momento de su detención fue asesinado de seis disparos. Todavía no se llevan a cabo sus funerales  y ayer otro afroamericano de 23 años corrió la misma suerte. Y nuevamente los argumentos de siempre: los jóvenes habrían intentado agredir a los policías quienes se defendieron.






A la violencia policíaca le ha seguido una violencia racial con su secuela de heridos y detenidos. Incluso se decretó un toque de queda y el gobernador recurrió a la Guardia Nacional. Once periodistas que cubrían los hechos han sido arrestados. El racismo es arrogante y persistente.




Hace poco más de un año ocurrió un hecho similar. Graves enfrentamientos se sucedieron en distintas ciudades de ese país en apoyo a la familia de Trayvon Martin, un adolescente negro que también fue asesinado cuando caminaba desarmado en un barrio predominantemente de blancos en Florida, por un vigilante a quien un jurado declaró inocente.



Como olvidar el caso de Rodney King, un conductor negro que en 1991 fue detenido y brutalmente golpeado por la policía de Los Ángeles mientras la escena era captada en video. Cuando un jurado absolvió a los agentes, se desató una ola de violentas protestas raciales que dejaron un saldo de cincuenta muertos, dos mil heridos, diez mil detenidos y pérdidas multimillonarias.






Hechos recurrentes como éstos han provocado, además de las protestas callejeras, un encendido debate sobre la cuestión racial, la polémica legislación sobre legítima defensa y la justicia igualitaria. Hoy como ayer, el presidente Obama se ha declarado conmovido por el crimen.

El término “racismo” se refiere a un conjunto de teorías y comportamientos fundados en la suposición de que las manifestaciones culturales y las acciones históricas de las personas dependen de la raza, y que existe una raza superior a la que corresponde la función de dominio sobre otras razas inferiores.



Las sociedades contemporáneas se caracterizan por la presencia de importantes grupos minoritarios que son considerados ciudadanos de segunda. El racismo institucional los mantiene en una situación de inferioridad estructural.

La discriminación y el racismo representan prácticas que frecuentemente conducen a la violencia por la exclusión de individuos y grupos que pertenecen a determinadas categorías sociales. Presenciamos nuevas formas de racismo sin que se hayan eliminado las antiguas.





En México debemos aprender de las lecciones de nuestros vecinos dado que, a pesar de contar con enormes burocracias y recursos para la defensa de los derechos humanos, así como para prevenir y erradicar la discriminación, el fenómeno de la exclusión social de las minorías lejos de desaparecer, se ha incrementado.