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22 abril 2014

INDIGNADOS EN VENEZUELA



















(Con el Alcalde Mayor de Caracas, Venezuela, Dr. Antonio Ledezma)

Las manifestaciones de los últimos días en Venezuela han propiciado muertos, heridos y detenidos. Son el reflejo de un creciente clima de enfrentamiento entre el gobierno y una parte significativa de la sociedad que se siente indignada frente al rumbo que ha tomado el país. La polarización política ha sido el rasgo distintivo de un sistema formalmente democrático pero sin libertades. Las protestas iniciaron como un rechazo a la situación económica del país y pidiendo respeto a la libertad de expresión, pero fueron reprimidas por grupos paramilitares asociados al gobierno. Ahora las movilizaciones continuarán agregando a sus demandas la libertad de los presos políticos dado que uno de los principales dirigentes opositores, Leopoldo López quien ha sido responsabilizado de las confrontaciones, fue detenido por el gobierno después de concluir su discurso ante una multitud congregada para manifestarse. La privación de la libertad del líder opositor –promotor de la lucha pacífica- es también la expresión de un gobierno que teme a la acción colectiva de los ciudadanos. Un difuso malestar social aqueja desde hace tiempo a Venezuela, en donde conviven los logros de un desarrollo generado por los enormes ingresos de las exportaciones petroleras y un sistema de monopolio político que trata de mantener la estabilidad en un contexto de amplia pobreza, elevada criminalidad, creciente inflación, escasez de alimentos y productos básicos en amplias zonas del país así como devaluaciones de su moneda. La importancia de Venezuela para la región es evidente, dado que representa el quinto país exportador de petróleo y el poseedor de las mayores reservas de crudo pesado del mundo, pero sobre todo, porque es un país que resiste a la opresión.



En menos de un año Nicolás Maduro ha conducido a Venezuela al despeñadero. Su asunción después de la muerte de Hugo Chávez, cambió los equilibrios políticos que se habían mantenido inamovibles durante tres lustros. Maduro fue el delfín que Chávez escogió públicamente como su heredero político antes de morir. No obstante, Maduro no posee el carisma de Chávez ni tampoco su liderazgo social. En las elecciones de 2013, menos de 300 mil votos le otorgaron la victoria sobre el candidato de la oposición. Apoyado en las instituciones del Estado y en los programas sociales de ayuda directa a los pobres ha logrado desarrollar un refinado clientelismo político, además el mandatario venezolano dispone de una Ley Habilitante, que le otorga la autoridad para gobernar al margen de la Asamblea Nacional. Esta herramienta legislativa le ha permitido promover leyes para controlar precios, márgenes de ganancia y uso de divisas, en un contexto de inflación creciente. El sistema vigente se caracteriza por un liderazgo personalista con tintes izquierdistas, pero que posee un modelo eficaz de gestión y control social. Un régimen político populista que censura, limita las libertades, persigue a la disidencia y que controla al Estado y a los poderes que lo integran.



La oposición cuenta con un enorme capital político. Obtuvo 7.3 millones de votos, el 49% del total, en las pasadas elecciones presidenciales y se aglutina en torno a una heterogénea coalición de partidos y agrupaciones que abarca un amplio espectro ideológico desde socialdemócratas y democristianos, hasta centristas y laboristas. Los líderes más visibles de la oposición son, por un lado, el ex­candidato presidencial Henrique Capriles actualmente gobernador del estado Miranda y por el otro, Leopoldo López líder del partido Voluntad Popular. Las violaciones a los derechos humanos en Venezuela son cotidianas: detenciones arbitrarias, agresiones a periodistas, censura informativa, persecución a líderes y arresto de manifestantes. El partido en el poder postula un Socialismo del Siglo XXI, por lo que sería interesante conocer la opinión de las principales fuerzas políticas de izquierda en México sobre este sistema político de “inspiración popular” que postula perseguir y aplastar a los adversarios.



En estos momentos prevalece en Venezuela una concepción de la política que la considera simplemente como una expresión del poder: enemigos que solo encuentran enemigos. Un tipo de política que se caracteriza por su dinámica eminentemente fragmentadora, polarizante, excluyente y conflictualista que evidencia una tendencia a la lucha de todos contra todos. Representa una rivalidad que solo puede cesar con el exterminio o la plena rendición de uno de los actores relevantes. El conflicto en ese país sudamericano aparece como la necesaria arquitectura simbólica del poder que permite construir y dar un rostro concreto al enemigo o al opositor, a quien se responsabiliza de la profunda crisis que vive el país. La intolerancia política, que también se aplica en contra de los disidentes, considera que con los enemigos no se dialoga, sino que se les combate, se les elimina. Es de esperarse que en esta coyuntura internacional nuestro gobierno y sus contrapartes de Norteamérica pugnen por el respeto a la legalidad y a los derechos humanos en Venezuela. Mal haríamos como país que promueve la democracia si nuestra política exterior se mantiene indiferente.