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27 mayo 2005


Capitalismo en crisis Posted by Hello

Populismo: un mito que regresa

Isidro H. Cisneros


El populismo nace como un movimiento político y un conjunto de teorías en Rusia durante la segunda mitad del siglo XIX. Entre sus principales exponentes encontramos a A.I. Herzen, N.G. Ĉerniševskji y P. Lavrov quienes ejercieron una fuerte influencia sobre una entera generación de jóvenes intelectuales rusos. En sus orígenes el populismo identificaba en la masa de los campesinos la principal fuerza revolucionaria capaz de destruir al sistema zarista para realizar el socialismo. La unidad agraria de base representaba el elemento fundamental de la futura sociedad y proclamaba como un deber de los intelectuales el “integrarse al pueblo” para educarlo con miras a su liberación. Los populistas consideraban que la representación y la esencia del pueblo se encontraba en el grupo social de los campesinos a quienes atribuían virtudes especiales y una prioridad moral a causa del carácter de su trabajo y de su cercanía con la “madre tierra”. Posteriormente las interpretaciones del populismo incluyeron en el concepto a la clase obrera y a la pequeña burguesía. Con el desarrollo de las teorías marxistas que identificaban en la clase obrera al sujeto políticamente relevante en la nueva situación de desarrollo industrial y capitalista, el movimiento populista entró en crisis y en descomposición. Algunos grupos dispersos optaron por el terrorismo que fue responsable, entre otras cosas, del asesinato en Rusia del zar Alejandro II en 1881 [1]. Con el siglo XX en algunos países con fuerte concentración urbana, el populismo renació pero esta vez articulado ya no a los campesinos pobres sino a la masa de los trabajadores industriales. El populismo sostiene la homogeneidad de las masas populares con sus arquetipos, esencialismos y nostalgia por la tradición ancestral. El populismo es un movimiento teórico y político cuya fuente de inspiración y de constante referencia es el pueblo considerado como un agregado social homogéneo. Existen tantas variantes del populismo que no es posible dar una sola definición que sea al mismo tiempo definitiva, omnicomprensiva y sistemática. En cuanto movimiento político el populismo actúa en base al principio fundamental según el cual es necesario hacer prevalecer por sobre todas las cosas la supremacía de la voluntad del pueblo. El populismo se presenta en su acción concreta como un movimiento mesiánico anclado a una “pureza popular” que promueve la salvación de las masas a través de formas y liderazgos carismáticos. La acción del populismo es maniquea, dogmática y se orienta casi siempre a la expulsión radical de todo aquello que es considerado no-pueblo en cuanto germen parasitario y corruptor. El populismo como movimiento político muchas veces ha producido exclusión y racismo, por ejemplo, el antisemitismo del nacionalsocialismo alemán se inspiraba directamente en los movimientos volkisch. El populismo promueve un tipo de discriminación que se dirige contra ciertas categorías económicas y culturales y puede dar vida también a un cierto racismo ideológico. En cuanto ideología el populismo considera que las máximas virtudes públicas residen en el pueblo que representa a la mayoría de la sociedad y en quien residen las principales tradiciones colectivas. En cuanto ideología el populismo sostiene que la única fuente de legitimidad reside en el pueblo [2]. El populismo ha sido definido también como una suerte de “romanticismo democrático” en la medida en que el pueblo se proyecta como una entidad suprema en donde el poder político no puede prescindir del pueblo tanto en su expresión concreta como en su investidura mítica. En el siglo XX el populismo se presenta como un fenómeno típicamente latinoamericano aunque se ha desarrollado también en otras regiones del mundo subdesarrollado y siempre directamente vinculado a la personalidad carismática de un líder. En la región latinoamericana encontramos una amplia gama de sus manifestaciones. El populismo es un fenómeno que todavía hoy suscita discusiones, tanto que algunos autores han llegado a definirlo como un “estilo político” tipicamente latinoamericano [3]. Otras interpretaciones plantean, por su parte, que ha llegado el momento de entonar un “requiem por el populismo” [4]. La realidad es que las interpretaciones hasta ahora propuestas muestran profundas divergencias y muy frecuentemente aparecen como generalizaciones de pocos casos nacionales indebidamente postulados como tipos-ideales del populismo latinoamericano. De esta forma ocurre que la categoría asume una valencia tan amplia que es aplicada a casos que son entre sí totalmente diversos. Para complicar las definiciones se reconoce también la existencia de un populismo de derecha y otro de izquierda, un populismo marcadamente autoritario y otro con aspiraciones democráticas.



[1] Venturi, Franco, El Populismo Ruso, Madrid, Revista de Occidente, Tomo 1, 1975, pp. 99-148 y 353-415; se recomienda también: Tvadovskaia, Valentina, El Populismo Ruso, México, Siglo XXI, pp. 194-226.
[2] Ipola, Emilio de, Ideología y Discurso Populista, México, Plaza y Valdés, 1987, pp. 135-148.
[3] Zannatta, Loris, “Populismo, uno stile politico per l´America Latina”, Il Mulino, 3/99, maggio-giugno, num. 383, pp. 554-566.
[4] Drake, P.W., “Conclusion: Requiem for Populism?”, en Latin American Populism in Comparative Perspective (Conniff, Michael, ed.), Albuquerque, University of New Mexico, 1982, pp. 217-245.

19 mayo 2005

Derechos de la Mujer


La ciudadanía moderna, a diferencia de la ciudadanía de los antiguos griegos, basada sobre la igualdad de los privilegios, es decir, sobre una "igualdad desigual", se fundó desde sus inicios con la Revolución Francesa de 1789 sobre la premisa indiscutible de la igualdad natural de todos los seres humanos. La ciudadanía moderna, por lo tanto, es genéticamente universal. Sin embargo, desde sus inicios, las mujeres han sido excluídas de manera casi total del ejercicio de los derechos de ciudadanía, entre los que destaca significativamente el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Entre la igualdad formal de todos los seres humanos y la exclusión de las mujeres de la ciudadanía existe una contradicción que es típicamente moderna. Los grandes filósofos de la política moderna de John Locke a Emmanuel Kant describen de diversas maneras esta contradicción del pensamiento. Analizar el rol de las mujeres en la democracia pluralista, nos permite caracterizar brevemente el sistema de reglas y procedimientos, así como de valores y principios que conforman a esta particular forma de gobierno. La premisa de una igualdad democrática de las oportunidades es una condición para que las mujeres vivan en una sociedad pluralista en igualdad de condiciones. El régimen democrático se presenta como aquel régimen que hace respetar la misma dignidad para todos los individuos. El segundo elemento característico de la democracia es la existencia de un "centro ideal" que representa no los medios o los procedimientos, sino los fines que se quieren alcanzar. La democracia puede ser caracterizada a partir de los valores que la inspiran y a los cuales tiende este particular tipo de régimen político. Es claro que si queremos no solamente entender que cosa es la democracia, sino también darle una justificación, es decir, pasar del juicio de hecho al juicio de valor, debemos analizar en efecto, los fines a los que se orienta. De acuerdo con Norberto Bobbio el "fin desde el cual nos movemos cuando queremos un régimen organizado democráticamente es la igualdad". Y este elemento es fundamental paa proponer vías alternativas para dar equidad a las mujeres en las sociedades como la mexicana. El valor de la equidad para analizar el papel de las mujeres en la democracia pluralista representa un principio regulador y fundamental a través del cual, el intercambio democrático adquiere su mayor significación. Por lo tanto, la equidad representa la misma oportunidad de expresarse para las mujeres en la democracia. En este sentido, si la ciudadanía se fundamenta en un proceso de deliberación activa, su valor reside en la posibilidad de establecer formas de identidad colectiva que pueden ser reconocidas, convalidadas y transformadas mediante el reconocimiento y respeto de su diferencia pero en base a su igualdad. En las sociedades pluralísticas y a pesar de las diferencias existentes en su seno, debe tener vigencia el principio de la «simetría» es decir, de aquella proporción equitativa que maximiza el respeto por la igual dignidad de cada uno de los individuos. La equidad en relación con la mujer representa, por lo tanto, uno de los principios constitutivos del Estado democrático, mismo que amplia la gama de opciones promoviendo iguales derechos de ciudadanía para hacerlos efectivos. El principio de equidad se refiere, en consecuencia, a la distribución de aquellos "bienes de la ciudadanía" que se concretizan en la capacidad de que cada mujer tenga la posibilidad de una oportunidad de crearse un presente y de construirse un futuro. El derecho de elección para las mujeres en relación con el aborto y la procreación debe ser defendido con gran fuerza. La legalización del aborto en los países democráticos debe ser interpretada como una transformación de la estructura de la ciudadanía. La elección procreativa es el momento culminante y simbólico de la corporeidad femenina. Es en la esfera de la legalidad pública que la mujer deja de ser solamente un cuerpo para proyectarse como sujeto político a través del cual las mujeres pueden ser verdaderamente ciudadanas que además participan en la elaboración de las decisiones públicas que las involucran, como es el caso, justamente, del aborto. Debemos partir de la diferencia, de la autonomía moral y de la libertad individual de las mujeres para construir una nueva dimensión de la ciudadanía.

01 mayo 2005

Ciencia de la Política

 


Los fundamentos clásicos

Hoy el estudio de la política abre los ojos a nuevas problemáticas que no pueden ser explicadas solamente con las interpretaciones tradicionales. Hoy la ciencia de la política necesita más que nunca del diálogo con otras disciplinas y del espiritu crítico para ofrecer nuevos horizontes analíticos que permitan enfrentar adecuadamente los nuevos desafíos y también proponer soluciones a los nuevos problemas. Es necesario innovar la “forma mentis” de la política para descubrir el arcoiris de las tonalidades que adquieren los actores, procesos e instituciones de la política. La política es una actividad decisional que de manera vinculante involucra la búsqueda del bienestar de la colectividad. La política ha existido en todos los tiempos y circunstancias, ha cambiado sus formas, sus funciones, sus métodos e incluso, su fisonomía. La política ha sido estudiada desde diferentes angulos históricos, teóricos, analíticos y disciplinarios. Por lo que para definir a la política es necesario hacer referencia a la esfera de las acciones humanas que se relacionan directa o indirectamente con la conquista y el ejercicio del poder. La política ha siempre existido porque en donde existen individuos existe sociedad, y en donde existe una sociedad, resulta indispensable e incluso inevitable que exista una organización fruto ella misma de decisiones vinculantes. Cuando hablamos de Política nos referimos a aquella actividad específica que se relaciona con la adquisición, la organización, la distribución y el ejercicio del poder. La política es conjuntamente téchne (técnica) y areté (virtud). Los clásicos del pensamiento político buscaban definir una técnica específica que permitiera al ciudadano vivir mejor la dimensión colectiva de su vida cotidiana. La política nace como arte de la convivencia en la Polis. Ésta, es la “ciudad” que expresa también el concepto de Estado: es decir, el lugar físico en el cual vive la comunidad y que representa, al mismo tiempo, la estructura institucional que permite la convivencia pacífica. Por esto Zeus envía a los hombres a través de Hermés algunas dotes útiles: iniciando por el pudor y la justicia, se trata, explica el padre de los dioses a su mensajero alado, de dotes que deben ser difundidas capilarmente, a diferencia de todas las demás artes que se encuentran desigualmente distribuidas entre los individuos. De esta forma, es principalmente sobre la justicia y la sabiduría que se desarrolla la capacidad política que según los clásicos del pensamiento político debe ser enseñada a los hombres. Encontramos aquí que la tarea más alta de los filósofos de la política es entonces: enseñar a los individuos la capacidad política o dicho de otra forma, la virtud de ser ciudadanos. La “mejor política” es aquella que hace prevalecer la confianza en el derecho y en las instituciones; la “mejor política” es aquella que guía a los ciudadanos a comprender la justicia. De esta manera, el mejor gobernante es aquel que comprende y busca promover la justicia. Y es precisamente sobre la capacidad de distinguir lo justo de lo injusto -forma esencial del saber- que se articula la propedéutica de base de la acción política. Es decir, la relación entre gobernantes y gobernados. La política es ciencia en cuanto se corresponde con una dimensión específica del ser humano, el único dotado no sólo de voz, sino también de logos (palabra, discurso); y es esto lo que permite el diálogo, instrumento príncipe de la convivencia en la Polis. En este contexto la democracia puede ser considerada como el topos, es decir, el lugar por excelencia de la política. Más que una palabra clave, el concepto democracia define la carta de identidad de la cultura occidental. En su larga evolución histórica, el territorio de la política se separa, en primer lugar, de otros ámbitos de carácter ético-religioso o socio-económico; y en segundo lugar, la política procede en el sentido de un cambio de sus propios contenidos: de arte de gobierno (o más bien del buen gobierno) la política se transforma en un principio de defensa del poder adquirido o por adquirir, sobre la base de normas que tienen una lógica y una moral que son propias. A tal concepción ha contribuido el realismo político de Nicolás Maquiavelo, pero también el de Max Weber quien adoptó categorías históricas y sociológicas orientadas a determinar el poder en el Estado moderno. Y es así como una larga tradición de pensamiento político, que va desde Aristóteles hasta Hannah Arendt, propone una política fundada en la participación, una política sobre la cual no es suficiente indagar sus fines y sus objetivos, sino que es necesario darle un “sentido” a la política: la política pertenece a todos y representa la preocupación de cualquier conciencia libre.